viernes, 22 de abril de 2011

EL FINAL DE UNA SANIDAD PÚBLICA DIGNA

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UNA sucesión inevitable de acontecimientos estrangulará una asistencia sanitaria envidiada por numerosos países del mundo. El mero hecho de sentirse enfermo es la única condición necesaria para ser atendido y que, con mayor o menor premura, el sistema ponga a nuestra disposición unos profesionales sanitarios con una excelente formación y una tecnología equiparable a las mejores del mundo. Era previsible suponer que el sistema estaba abocado a la quiebra económica, como mostraban numerosos indicadores, el sentido común y el antecedente de otros países del primer mundo cuya sanidad pública se ha hundido y sus ciudadanos soportan diariamente la tragedia de una atención deficiente mientras sus países pertenecen a las élites económicas y políticas.

La crisis ha acelerado el proceso. Se tomarán soluciones drásticas. Se recortarán las prestaciones, suprimiendo las menos imprescindibles. El control de acceso a la sanidad pública será riguroso y, a veces, bochornoso. Un recorte severo en el gasto farmacéutico supondrá más despidos. Las empresas difícilmente soportarán el retraso en los pagos. No será posible disponer de costosos tratamientos oncológicos, porque no podremos destinar miles de euros para un solo paciente. Habrá una lista de medicamentos y productos, hoy de uso común, que precisarán de una cadena compleja de autorizaciones para su prescripción. No podremos adquirir novedosos equipos de diagnóstico y tratamiento ni asumir el mantenimiento de los que ya disponemos. Se restringirán las indicaciones de las exploraciones más costosas. Se revisarán los protocolos de cualquier actuación médica susceptible de ahorro. Recobrará protagonismo el arte de la medicina en detrimento de la precisión tecnológica. La batería de métodos analíticos y diagnósticos de uso cuasi ilimitado actualmente, será sustituida por una mayor intuición clínica, experiencia y una buena dosis de suerte. Veremos pocos materiales de un solo uso, volviendo a recobrar actualidad la reutilización y la reesterilización. Los concursos de cualquier material clínico se decidirán exclusivamente con criterios económicos con una repercusión negativa en el resultado. Pero el médico seguirá siendo el responsable final. Aumentarán los litigios judiciales donde el magistrado tendrá verdaderos problemas para delimitar responsabilidades, analizando la praxis médica, la obligación de medios y la imposición de medidas por las sucesivas gerencias políticas. Casi siempre será el médico el que se siente en el banquillo.

Los responsables políticos no podrán sustraerse a recortar salarios. Unas veces de manera directa y otras encubierta. Se establecerán turnos que disminuirán la calidad de la asistencia, para aumentar la rentabilidad, pero también para tener que pagar menos en atención continuada. Habrá menos facultativos de guardia con un resultado dramático. Puede que obliguen a operar las urgencias sin ayudante. Se amortizarán numerosas plazas. Las leyes de plazos serán derogadas con mayor o menor celeridad y sólo serán un recuerdo voluntarista de tiempos pasados.

Tras un periodo más o menos largo de huelgas, la situación se tornará irrespirable. La desmotivación, el hastío y la decepción se instaurarán permanentemente en la clase médica. Algunos enarbolarán la bandera contra la que consideran una casta privilegiada a la que, por fin, se mete en cintura. La mayoría de los médicos, acudirán temerosos a sus puestos de trabajo ante una jornada laboral de la que depende la salud de una cantidad desorbitada de pacientes. Se sentirán defraudados por los gobernantes que, tras exigirles un intenso y prolongado periodo de formación, les recortan hasta niveles bochornosos una remuneración y unas condiciones de trabajo que ya no les parecerán dignas. Se escudarán en la crisis y en que son los gestores del dinero de los ciudadanos, pero se percibirá que su interés es electoral, que sus prerrogativas no disminuyen y que los agravios comparativos con otros colectivos de menor responsabilidad son intolerables. Muchos defensores vocacionales de la sanidad pública se verán obligados a trabajar en el sector privado, exclusivamente por motivos económicos, a disposición de la porción más desahogada de la sociedad. La medicina defensiva tendrá un papel preponderante. Las urgencias serán un ejercicio de paciencia infinita para médicos y enfermos. Las listas de espera en consulta y quirúrgicas, sufrirán un aumento de proporciones geométricas indefinidas. Habrá poco margen para realizar intervenciones que no sean urgentes y, en ocasiones, estas sufrirán tal retraso que ni la indignación del cirujano, ni el dolor del paciente, ni la cólera de los familiares tendrán la fuerza suficiente para acortar el proceso. Aumentarán las agresiones a los profesionales sanitarios, sobre todo a los médicos, como expresión final de una impotencia sin culpable claro.

Estos párrafos pueden parecer catastrofistas, pero mucho me temo que constituirán una sucesión de hechos que se irán instaurando de manera paulatina, imperceptible a veces, otras abrupta, pero a largo plazo implacable.

Las soluciones, si existen, pasan por el reconocimiento de la gravedad del problema y por un acuerdo político global al margen de intereses partidistas, en el que los ciudadanos decidan qué están dispuestos a hacer para conseguir la sanidad que desean. La mejora en la gestión enarbolada por las sucesivas administraciones como arma de solución ha llegado a su límite. La sanidad privada como único medio para solventar los problemas de salud de los ciudadanos será una alternativa irrenunciable para los que puedan pagarla. Es hora de decisiones valientes, con la única prevención de que no las sufran los más débiles. Decenas de soluciones se discuten en numerosos ámbitos. Habrá que estudiarlas todas. Es una tarea áspera, impopular, quizá improductiva, pero si por cualquier motivo no lo logramos, será el final de una sanidad pública digna. Y no tendremos derecho a lamentarnos.

http://www.hoy.es/v/20110422/opinion/final-sanidad-publica-digna-20110422.html

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ESTE COMENTARISTA DE DICHO ARTICULO "SE HA QUEDADO PERO MUY CORTO" EN SUS APRECIACIONES SOBRE "UNA SANIDAD PÚBLICA DIGNA".

"MUCHAS COSAS PEORES EXISTEN YA EN LA SANIDAD PÚBLICA"

ACABAMOS DE RECIBIR EL SIGUIENTE MENSAJE:

"COMUNIDAD CANARIA - SANIDAD"

Mujer de 90 años que precisaba ayer de que se le colocaran las ondas, lleva encamada muchos años, se presenta un familiar en el Centro de Salud que le corresponde para pedir la asistencia de un sanitario para que fuera a colocarle las ondas:

Llame usted al 112 Emergencias, éllos les solucionarán el problema.

El 112 " Se le mandará una ambulancia a casa para trasladar a la enferma al Centro de Salud" llegó la ambulancia al domicilio de esta señora y la llevan al Centro de Salud.
No tenían el número de las ondas que le correspondía, les iban a colocar otra menor el familiar se negó y le indicó que: voy al domicilio que compré una del número de ondas que le corresponde, así lo hizo y se la colocaron.

¿Saben cuánto tardó la ambulancia para proceder al regreso de la señora de 90 años y con una enfermedad degenerativa en estado muy avanzado?.

3 HORAS

Hasta el límite que el familiar tuvo que llevarle un zumo tanto a la señora enferma como a su acompañante. Siendo horas en que se le debía de dar de almorzar y la consiguiente medicación que precisa dicha señora.

Sino es cierto Sr. Consejero de Sanidad de Canarias, contrastelo tanto en el 112 como en el Centro de Salud, sobre todo en el 112 que todo queda grabado.

Y POR NO SEGUIR....

ES POR LO QUE INDICAMOS QUE "EL ARTICULISTA" SE HA QUEDADO "PERO QUE MUY CORTO".

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