viernes, 6 de noviembre de 2009

LOS CRÍMENES DE LAS GRANDES COMPAÑÍAS FARMACÉUTICAS

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En el breve periodo que va de 2000 a 2003, casi la totalidad de
las grandes compañías farmacéuticas pasaron por los tribunales de EEUU, acusadas de prácticas fraudulentas. Ocho de dichas empresas han sido condenadas a pagar más de 2,2 billones de dólares de multa. En cuatro de estos casos las compañías farmacéuticas implicadas –TAP Pharmaceuticals, Abbott, AstraZeneca y Bayer–han reconocido su responsabilidad por actuaciones criminales que han puesto en peligro la salud y la vida de miles de personas1.
¿Cuáles son esas actuaciones? ¿Quién recibe sus consecuencias?
¿Qué mueve a las compañías farmacéuticas a actuar de tal forma?
¿Qué respuestas están teniendo lugar ante esos abusos y cuáles
deben producirse aún? En este Cuaderno estudiaremos las actuales estrategias de esta industria y el impacto directo que éstas tienen en la forma en que concebimos la salud y la enfermedad y en los recursos que tenemos para promocionar la primera y prevenir o curar la segunda.


1. AGNELL, Marcia. The Truth about the Drug Companies: how they deceive us and what to do about it. Is
the Party Over? 217-36.

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1. EL CASO DE LA "DISFUNCIÓN SEXUAL FEMENINA"

En el año 1998, la empresa Pfizer, la principal compañía farmacéutica
de EEUU, comercializó un medicamento conocido con el nombre de
"Viagra" para el tratamiento de la disfunción sexual masculina (concebida
como disminución o desaparición de la capacidad de erección).
Tres años más tarde, a 17 millones de hombres del mundo entero les
había sido recetado dicho medicamento y su volumen de ventas en un
solo año (2001) superaba los mil quinientos millones de dólares2. Con
este nuevo producto, Pfizer había superado largamente los criterios de
definición de un "blockbuster", que es el nombre con que se conoce en
el argot de las farmacéuticas un medicamento con un volumen de ventas
anual superior a los mil millones de dólares (o de euros). Los directivos
de Pfizer se preguntaron: "¿Y si fuera posible conseguir un éxito
semejante con un producto similar dedicado a las mujeres?". El problema
era que si bien existía un criterio aparentemente claro para
hablar de "disfunción" en el caso de la sexualidad masculina (las dificultades en la erección), en el caso de las mujeres esto era mucho más
difícil de definir y, sobre todo, de cuantificar o evaluar objetivamente.


En el año 1997 –pocos meses antes de que Viagra apareciera en el mercado – ya había tenido lugar en Cape Cod
(Nueva York) el primer encuentro de especialistas médicos para determinar el perfil clínico de la "disfunción sexual femenina"3. La iniciativa, organización y financiación del encuentro corrieron a
cargo de 9 compañías farmacéuticas muy preocupadas por el hecho de que no existiera una definición de este trastorno compatible con un potencial tratamiento farmacológico.
Los promotores de tal encuentro eligieron entre sus colaboradores directos las personas que debían asistir al mismo.
El objetivo de la reunión era diseñar la estrategia adecuada para crear una
nueva patología en función de los intereses económicos de la industria farmacéutica.
Un año y medio más tarde, en octubre de 1998, se celebró en Boston
la primera conferencia internacional para la elaboración de un consenso clínico sobre la disfunción sexual femenina4.
8 compañías farmacéuticas financiaron esta conferencia y 18 de los
19 autores de la nueva definición "consensuada internacionalmente" admitieron tener intereses económicos directos con estas u otras compañías.
Un año más tarde, en 1999, apareció un artículo en la revista JAMA titulado "Disfunción sexual en EEUU: prevalencia y variables predictivas"5, en el que se afirmaba, supuestamente con objetividad científica, que un 43% de la población femenina de EEUU sufría la "nueva enfermedad" definida según los intereses de la industria farmacéutica.
Los pasos seguidos para identificar a la "población enferma" fueron los siguientes:

1) se elaboró una lista de 7 "problemas" considerados cada uno de
ellos de suficiente peso como para justificar diagnóstico de la nueva enfermedad si una mujer los había presentado
durante dos meses o más en el último año; 2) se pasó el cuestionario a una muestra de 1.500 mujeres; 3) se evaluaron los resultados de forma que responder "Sí" a uno solo de los ítems se consideró criterio suficiente para identificar la enfermedad. Uno de los 7 ítems era
la ausencia de deseo sexual. Es decir, que las mujeres que respondieron que no habían tenido deseo sexual durante dos meses o más en el último año, automáticamente –independientemente de si estaban de luto por la muerte de un ser querido, preocupadas por falta o por exceso de trabajo, atrapadas en una relación insatisfactoria o gozando de una etapa de plenitud interior–, quedaron etiquetadas de "disfuncionales" y pasaron
a engrosar el porcentaje de candidatas potenciales para el tratamiento
que la industria farmacéutica confiaba poder desarrollar en breve. Dos de los tres autores del citado artículo tenían vínculos económicos con laboratorios farmacéuticos.
El mismo año, en octubre de 1999, tuvo lugar un tercer encuentro sobre el
tema, organizado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston,
pero promovido y financiado por 16 compañías farmacéuticas. El 50% de los asistentes admitieron tener intereses en la industria farmacéutica6.

Del encuentro surgió el Fórum para la Función Sexual Femenina, que celebró dos conferencias más en los años 2000 y 2001 en Boston gracias a la financiación de 20 compañías farmacéuticas, lideradas
por Pfizer7.
En el año 2003, esta manipulación de los criterios médicos en función de
los intereses comerciales fue denunciada por Ray Moynihan en una de las revistas médicas de mayor prestigio, el
British Medical Journal8.

Los editores de la revista recibieron en 6 semanas un total de 70 respuestas y comentarios con relación al artículo de Moynihan. 2/3 de
las respuestas fueron de apoyo y confirmaron la indignación de los profesionales de la medicina ante dicha manipulación
aunque, como deja bien claro una de las respuestas, sin ellos no podría
producirse9. Si los médicos no colaborásemos con los abusos de las compañías farmacéuticas, esos abusos no acontecerían.
En diciembre de 2004, la agencia reguladora de los medicamentos en
EEUU impidió que se comercializara el primer medicamento destinado a sanar la "disfunción sexual femenina" (el parche de testosterona de los laboratorios Proctor y Gamble)10. Los responsables de los estudios clínicos –todos financiados y supervisados por Proctor
y Gamble– habían presentado sus resultados de forma sesgada, de modo
que lo que eran unos beneficios dudosos y unos más que probables efectos
secundarios peligrosos (cáncer de pecho y enfermedad cardiaca) se anunciaban como beneficios claros y riesgos negligibles. De momento aún no ha sido desarrollado ningún otro medicamento
para la disfunción sexual femenina, entre otras cosas debido a una
creciente conciencia por parte de todos los agentes implicados de los efectos nocivos del exceso de influencia de las
compañías farmacéuticas en el ejercicio de la medicina11.
La disfunción sexual femenina (como cualquier otra enfermedad) tiene
que ser estudiada en función de los intereses médicos de las mujeres afectadas y no en función de los intereses económicos de algunas de las empresas más ricas del planeta.


4. BASSON R, BERMAN J, BURNETT A, DEROGATIS L, FERGUSON D, FOURCROY J, et al. "Report of the international
consensus development conference on female sexual dysfunction: definitions and classifications".
BMJ vol. 330. 22 enero 2005, 192-194.
5. LAUMANN E, PAIK A, ROSEN R. Sexual dysfunction in the United States: prevalence and predictors.
Urology 2000; 163: 888-93.
6. KASCHAK E, TIEFER L, eds. A new view of women's sexual problems. Binghamton, NY: Haworth Press
2001: 70, citado en MOYNIHAN 2003.


7. MOYNIHAN, 2003: 45.
8. MOYNIHAN, Ray. "The making of a disease: female sexual dysfunction". BMJ 2003; 326: 45-47.
9. TONKS, Alison associated editor BMJ. "Summary of electronic responses. The making of a disease".
www.bmj.com 2003.
10. MOYNIHAN, Ray. "The marketing of a disease: female sexual dysfunction". BMJ 2005; 330: 192-194.
11. Son muchos los artículos y libros que han aparecido recientemente denunciando este abuso. Además de los libros de PIGNARRE y AGNELL que son los que he utilitzado para la elaboración de este cuaderno, el lector/a interesada puede recurrir a The $800 Million Pill de M GOOZNER; Powerful Medicines de J AVORN; Overdo$ed America de J Abramson o On the Take de J Kassirer
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