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miércoles, 14 de agosto de 2013

Diálogo con Marta Litter, doctora en Química, de la Comisión Nacional de Energía Atómica -- Problemas con el arsénico

Diálogo con Marta Litter, doctora en Química, de la Comisión Nacional de Energía Atómica

Problemas con el arsénicoLa contaminación del agua con arsénico es natural y muy pocas veces tiene que ver con la mano del hombre. Aunque por lo general viene de los minerales en las aguas subterráneas, eso no lo vuelve menos peligroso.
Por Leonardo Moledo

–Hablemos un poco del arsénico.
–De acuerdo. Este año se celebran cien años de que, en Córdoba, el doctor Allerza descubriera la relación entre el consumo de agua con arsénico y un conjunto de manifestaciones clínicas que se traducían en lesiones en la piel y podían derivar tanto en cáncer de piel como en cáncer de órganos internos. El arsénico es un veneno: lo usaba, como se sabe muy bien, Lucrecia Borgia. Eso es si se lo usa en grandes cantidades. Pero si uno ingiere arsénico en muy pequeñas cantidades a lo largo de su vida, es posible que se enferme y presente estas manifestaciones de las cuales yo estoy hablando. Esto tiene la misma dinámica que cualquier otra enfermedad: no a todo el mundo le agarra cáncer, no todo el mundo tiene lesiones en la piel. Las enfermedades dependen mucho del genotipo: yo no soy médica, pero es así. Por ejemplo, en Puno, Perú, hay grandes concentraciones de arsénico en el agua, la gente ha tomado arsénico durante mucho tiempo y, sin embargo, no se enferma.

–¿Y ahí qué hubo? Alguna relación debe tener con la selección natural.
–Sí, supongo que sí. En la llanura chaco-pampeana, por el contrario, la gente se enferma y se enferma mucho. Incluso hubo casos de chicos de 15 años enfermos. En una familia en un asentamiento rural, por ejemplo, los padres se iban a trabajar la tierra lejos del hogar: los chicos se terminaron enfermando y los padres no se enfermaron nunca. Está absolutamente comprobado que si aparece este tipo de manifestaciones clínicas es por el consumo de arsénico. A estas manifestaciones clínicas, en la Argentina, se las llama con las siglas ACRE, que significan “Arsenicismo Crónico Regional Endémico”. Viene, como le decía, por el consumo de agua con arsénico, que está en realidad en el agua subterránea. El planeta entero está lleno de lugares donde la gente se enferma por el consumo de arsénico. Sin embargo, hay diferencias en las manifestaciones: en Taiwan, por ejemplo, se presenta como una “enfermedad del pie negro”. Se van poniendo negras las extremidades y van “desapareciendo”: hay gente en la que desaparecen completamente los pies o desaparecen completamente las manos. Hay un museo del pie negro en Taiwan, pero el problema allí fue controlado: las autoridades hicieron todo lo posible para que la enfermedad desaparezca. Fue muy estudiado el tema, también, en el sudeste asiático. También fue remediado.

–¿Cómo?

–Los organismos internacionales pusieron un montón de plata para solucionar el problema de la escasez de agua en todos los países del sudeste asiático. Lo que hicieron fueron perforaciones para sacar agua. Pero con el agua salió el arsénico, y la gente se empezó a enfermar. Los organismos internacionales, entonces, se sintieron culpables, y pusieron un montón de plata para solucionar el problema del arsénico. Eso no pasa en Latinoamérica, que se puede considerar el continente olvidado en el tema del arsénico.

–No olvidado por el arsénico.

–Todo lo contrario: olvidado fundamentalmente por las autoridades, pero también por la gente. El tema no se conoce, los políticos le escapan, nadie quiere tomar cartas en el asunto.

–¿Por qué?–No lo sé, ni lo puedo saber. Acaso porque no quieren, a veces dicen que hay otros problemas más serios (como el Chagas, por ejemplo).

–Pero no tiene nada que ver una cosa con la otra.

–Es lo que hay que decirles a las autoridades.

–Se lo estamos diciendo en este preciso momento.

–Sí, es lo que yo le digo a todo el mundo: hay que quejarse frente a las autoridades. De todas maneras, déjeme tranquilizarlo: en la ciudad de Buenos Aires, donde vive el Jinete Hipotético, no hay arsénico en el agua. El agua de la ciudad es muy buena, y tampoco hay que tomar agua mineral, porque en el agua mineral la regulación para el arsénico es más alta que en el agua potable.

–¿Eso qué quiere decir?

–Que el arsénico está regulado más alto. La Organización Mundial de la Salud dice que el arsénico en agua no debe ser mayor de 10 microgramos por litro para agua potable; para agua de bebida mineral es 200 microgramos por litro (20 veces más). Otra cosa importante: la contaminación por arsénico es natural; lo antropogénico es mínimo. Hay algunas pocas industrias que utilizan el arsénico (por ejemplo, algunos medicamentos, algunos productos agrícolas), pero es poquito. La mayor contaminación viene porque hay minerales de arsénico en el fondo de las superficies cubiertas por el agua subterránea y se van lentamente filtrando o erosionando al agua. Son minerales: hay 200 minerales de arsénico.

–¿Qué habría que hacer?
–A ver: hay dos tipos de poblaciones. En las poblaciones de ciudades medianas y grandes se pueden instalar plantas de tratamiento. Existen métodos: Chile, por ejemplo, instaló plantas de tratamiento, porque había tenido un problema muy serio hasta los años ’70. En esa época, el gobierno se juntó con las universidades, desarrollaron métodos para el tratamiento de arsénico e instalaron plantas (por ejemplo, en Antofagasta). El problema del arsénico sigue siendo delicado en el norte de Chile en las poblaciones aisladas. Por eso hablo de dos poblaciones: hay lugares de mayor poder adquisitivo donde se pueden instalar o plantas o filtros que pueden solucionar el problema, pero también están las poblaciones aisladas, donde no llega el agua potable. Ahí hay que usar métodos domiciliarios o comunitarios para pequeños asentamientos. Esos métodos existen; hay gente que los está estudiando y es necesario que promocionemos el desarrollo de esos métodos.

–En las grandes ciudades, entonces, el problema se puede remediar.

–Si se instalan las plantas, se remedia.

–¿Pero si yo me sirvo un vaso de agua en Misiones, por ejemplo?–Puede tener problemas. De la misma manera que si lo hace en La Pampa, o en el norte de la provincia de Buenos Aires, o en Córdoba, o en Santa Fe, o en el Chaco, o incluso en la Patagonia.

–¿Qué me puede pasar si voy allí y tomo agua?–A esta altura de la vida, nada. Pero si hubiésemos estado bebiendo esa agua desde chiquitos, podríamos haber contraído las enfermedades que le decía: lesiones de la piel, cáncer de piel, de riñón, de vejiga.

–Antes de que todos se mueran del susto, ¿qué hay que hacer?

–Hay que desarrollar la investigación en tecnologías de remoción de arsénico. Hay que cuidar el arsénico de los alimentos, también (en el arroz, por ejemplo, hay mucho, porque el arsénico se absorbe por las raíces). Hay que tener cuidado. Hay que ser consciente de que el problema existe y hacer conscientes a las autoridades para que apliquen las tecnologías que permiten controlar el problema. Pero, sobre todo, no hay que dejar que cunda el pánico.

–Y, mire... con las cosas que me estuvo contando...

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