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miércoles, 4 de marzo de 2009

Medicamentos que nos enferman y empresas que nos hacen pacientes


30.05.08

(Antonio F.Muro).-

"Hace treinta años Henry Gadsden, director entonces de la compañía farmacéutica Merck, hizo unos comentarios sorprendentes y en cierto modo candorosos a la revista Fortune. Dijo que su sueño era producir medicamentos para las personas sanas y así vender a todo el mundo. Aquel sueño se ha convertido en el motor de una imparable maquinaria comercial manejada por las industrias más rentables del planeta".
Como explica Antonio F.Muro en la revista Discovery de Salud, así comienza la presentación en contraportada del libro "Medicamentos que nos enferman e industrias farmacéuticas que nos convierten en pacientes" de Ray Moynihan y Alan Cassels, obra que permite entender cómo las estrategias de marketing y relaciones públicas de la poderosa industria farmacéutica -con la complicidad de muchos médicos y, por qué no decirlo, la ingenuidad de los pacientes- intentan convertirnos a todos en "enfermos" -de cualquier cosa- para lograr un consumo compulsivo y crónico de medicamentos.
Si usted se considera una persona relativamente sana a la que comienzan a zumbarle los oídos con todo tipo de comentarios y recomendaciones porque su tensión empieza a ser un poco alta, le ha subido el nivel de colesterol o ha tenido últimamente bajones en su estado de ánimo que enseguida alguien ha calificado de "depresión"...
O bien alguien le ha dicho que a su edad y siendo mujer debe prevenir una posible osteoporosis y hasta medicarse esa falta de impulso sexual que últimamente parece preocuparle le vamos a hacer una recomendación para abordar esos problemas y algunos más como el Síndrome de Colon Irritable, el Trastorno por Déficit de Atención, el Trastorno de Ansiedad Social o el Trastorno Distrófico Premenstrual: cómprese el libro Medicamentos que nos enferman e industrias farmacéuticas que nos convierten en pacientes (Editorial Terapias Verdes), busque un lugar tranquilo y siéntese a leerlo. Le aseguramos que cuando lo termine su percepción de la enfermedad y la salud habrá cambiado al igual que su visión del sistema sanitario.
En el libro, escrito en 2005, Ray Moynihan y Alan Cassels repasan con estilo ágil y directo las estrategias y complicidades que han permitido a lo largo de los últimos años la aparición de síndromes y trastornos que no hacen sino condenar a una medicación permanente -de la que se suelen ocultar sus efectos secundarios más importantes- a cientos de millones de personas en todo el mundo.
A veces reportaje periodístico, a veces novela negra, en él se desenmascaran ensayos ocultos, presiones, complicidades con médicos y organismos reguladores y, sobre todo, las estrategias de marketing y relaciones públicas que por valor de miles de millones de dólares permiten a la industria acabar convenciendo a médicos voluntariosos pero crédulos de todo el mundo que existe una enfermedad para la que ellos tienen la solución, el fármaco justo en el momento adecuado.
Como muy bien señalan ambos autores no se trata de poner en tela de juicio que hay personas que debido a síntomas especialmente graves necesitan ser atendidos con esos fármacos sino de entender que sólo para ellos no sería rentable su fabricación. Necesitan por eso convertirnos a todos en enfermos para que el negocio sea rentable.
"El alcance de la influencia de la industria farmacéutica sobre el sistema sanitario -escriben- es simplemente orwelliano. Los médicos, los representantes de medicamentos, la educación médica, los anuncios, los grupos de pacientes, las directrices, las celebridades, las conferencias, las campañas de concienciación pública, los líderes de opinión y hasta los consejeros de los reguladores: en todos los niveles hay dinero de las compañías farmacéuticas lubricando lo que muchos ven como un flujo de influencias poco saludable. La industria no adquiere influencias con individuos y organizaciones sino que más bien reparte su generosidad entre aquellos que considera más eficaces a nivel comercial"
CUIDADO CON DEJARSE ENGAÑAR POR LAS CIFRAS.

Por supuesto ni todos los médicos ni todos los investigadores son iguales porque si no el trabajo de Moynihan y Cassals hubiera sido imposible. De hecho cada vez son más los se rebelan ante semejante estado de cosas. Los autores revelan datos, nombres, estudios científicos... y se apoyan en médicos e investigadores al menos tan honrados y preparados como quienes sostienen lo contrario para demostrar todo lo que afirman. Y su repaso por esa realidad con nombres y apellidos resulta en algunos momentos de lo más instructiva debido a algunos ejemplos tan gráficos como el que podemos encontrar en el capítulo titulado Convertir los riesgos en enfermedades (págs. 93 y 94):
"(&#8230 El más alto y más joven, el farmacéutico James McComarck, bromea con su compañero el doctor Bob Rango, médico especializado en Farmacología. Los dos han viajado desde Vancouver como miembros del Therapeutics Initiative (Iniciativa Terapéutica) de la Universidad de British Columbia, un grupo que pretende educar a médicos y farmacéuticos -y en ocasiones al público en general- sobre la mejor manera de prescribir los fármacos.
La conferencia del día es sobre las enfermedades cardiacas, sin duda un tema atemorizante (el público son jubilados canadienses). La primera parte de la charla de McComarck y Rango está diseñada para ayudar a la gente a entender algunos de los trucos estadísticos empleados para vender medicinas a personas que en otras condiciones se considerarían sanas. James McComarck siempre comienza presentando la siguiente situación:"Imaginen que su médico acaba de decirles que tienen un "factor de riesgo" ante las enfermedades vasculares; puede ser la tensión arterial o el colesterol alto. Pues resulta que hay un medicamento que trata ese factor de riesgo, no produce efectos secundarios y está cubierto por la Seguridad Social o por la Mutua. Les voy a presentar los resultados de tres estudios diferentes y voy a preguntarles si según estos resultados estarían de acuerdo en tomar este fármaco todos los días de los siguientes cinco años. No hay respuestas correctas o incorrectas, simplemente es su decisión". En ese momento James suele proyectar esta diapositiva:
"¿Tomaría usted un medicamento durante cinco años si...
a) ...redujera en un 33% sus probabilidades de sufrir un ataque al corazón?b) ...redujera sus probabilidades de sufrir un ataque al corazón del 3 al 2%, es decir, una reducción del 1%?c) ...salvase a una persona de cada cien de sufrir un ataque al corazón aunque no hubiese manera de saber por adelantado a quién salvaría?"
"A ver, ¿cuántos de ustedes tomarían ese fármaco si obtuviese los resultados del caso A?", pregunta James. Y alrededor de un 80 o 90% de la audiencia levanta la mano. "¿Y en las situaciones B y C?" Un 20% de los oyentes levanta la mano. James y Bob hacen una pausa para que digieran los datos antes de rematar: "Pues lamentamos decírselo pero han caído. Lo que acabamos de exponer es exactamente el mismo resultado pero presentado de tres maneras diferentes".
Normalmente una expresión de sorpresa brota de la audiencia. Algunos ponen cara de no creérselo, otros de enfado o perplejidad. Pero llegados a este punto de la presentación la mayoría no puede despegarse de sus asientos y quiere saber más. Bob coge el micrófono de manos de James.
"A ver, el truco es el siguiente. No se sientan mal. A los médicos les engañamos de la misma manera todo el tiempo. Si en principio el riesgo de sufrir un ataque al corazón es del 3% y yo les ofrezco una píldora que lo reduce en un 33% éste baja del 3% al 2%. ¿Entienden?
El 2% es un 33% menos que el 3%. Pero es también un 1% de diferencia total. Incluso las personas a quienes las matemáticas se les hacen cuesta arriba, como James, saben que si pasas de un 3% a un 2%, sólo hay un 1% de diferencia. Fácil, ¿verdad?."
La razón por la que esta revelación es tan importante se debe a que con frecuencia los fármacos se promocionan mediante este truco estadístico tendente a exagerar los beneficios.
Por ejemplo, en anuncios dirigidos a médicos y pacientes se afirma que un fármaco ofrece una reducción del 33% en el riesgo de sufrir un ataque cardíaco sin explicar que en realidad habría que tomar la medicación durante cinco años para reducir el riesgo del 3 al 2%. Como Bob y James explican cada vez que dan la charla se trata de un 33% en términos 'relativos'.
En términos 'absolutos' se trata de una reducción de un 1%, del 3 al 2%. Diversos estudios muestran que las personas son mucho más reacias a usar un fármaco si se les muestran las cifras absolutas
. Lamentablemente en muchos artículos sobre fármacos que aparecen en los medios también se tiende a emplear la versión más exagerada omitiendo las cifras absolutas que resultan mucho más informativas".

RAY MOYNIHAN Moynihan -australiano, 44 años- es sin lugar a dudas uno de los escritores sobre temas de salud más respetados a nivel internacional. Periodista, autor, guionista de documentales y profesor universitario en la Universidad de Newcastle Ray ha ganado ya numerosos premios en radio, televisión y prensa escrita por su forma de informar, provocativa y rigurosa.
Sus trabajos han sido publicados en las principales publicaciones médicas y medios, incluyendo el British Medical Journal, The Lancet, The New England Journal of Medicine, PLoS Medicine, The Australian Financial Review y The Sydney Morning Herald. Y es autor de una serie documental de denuncia titulada Too Much Medicine? Actualmente vive, nada, escucha música y cuece bizcochos de chocolate y nueces en Byron Bay (Australia). Lo que hemos aprovechado para conversar con él.
-Díganos, ¿cuándo y cómo llegó a la conclusión de que en el mercado de los medicamentos la cuestión no es la salud sino el dinero?

-Llevo trabajando en temas de salud desde mediados de los años 90 en medios escritos y audiovisuales. Y desde el principio tuve muy claro que el marketing de las compañías farmacéuticas estaba distorsionando la práctica de la Medicina y la forma en que pensábamos sobre la salud. De ahí que escribiera ya mi primer libro y empezara a hacer documentales en 1998.

-¿Se inventan hoy enfermedades para que consumamos más medicamentos?

-No exactamente que se inventen pero sí que los límites que definen las enfermedades están siendo ampliados de forma inapropiada. Las compañías farmacéuticas y muchos médicos están involucrados en ese proceso con la finalidad de ampliar el número de visitas de los pacientes y construir nuevos mercados para los medicamentos.

-¿Cree usted que los Gobiernos, pagadores año tras año de las enormes facturas farmacéuticas, son ignorantes o cómplices de la actual situación?

-Pienso que muchas personas en los Gobiernos no son conscientes de lo que está pasando. Como creo que los funcionarios gubernamentales deberían controlar mejor las campañas de marketing y relaciones públicas de la industria porque están modificando la definición de las enfermedades. Especialmente dado que el coste farmacéutico está dañando ya gravemente muchos sistemas públicos de salud.

-Pero son los médicos quienes recetan... ¿Cómo puede evitarse la enorme influencia actual de la industria farmacéutica en sus criterios y decisiones?

-Muchos médicos y universidades están ya tratando de desengancharse de la industria, de ser más independientes. Y hay muchas maneras de hacerlo: reduciendo la esponsorización de las conferencias y congresos, impidiendo la visita de los representantes comerciales, dejando de aceptar regalos por acudir a las conferencias que organizan o esponsorizan... Hay muchas cosas que los médicos pueden hacer para recuperar la confianza y credibilidad perdidas.
El dinero que las compañías farmacéuticas invierten en representantes comerciales y muestras gratuitas constituye el mayor componente de los 25.000 millones de dólares que se destinan anualmente sólo en Estados Unidos a publicidad y es la base de la red global de artimañas entre la industria y los profesionales.
Lo que empezó con rosquillas para médicos ha acabado en copiosos banquetes para sus líderes de opinión en hoteles de cinco estrellas. Y en cuanto pueden no sólo venden fármacos sino también puntos de vista sobre las enfermedades.
Por ejemplo, los especialistas serios e independientes en enfermedades mentales aseguran que la idea de que la depresión viene generada por un déficit de serotonina en el cerebro es sólo uno de los muchos puntos de vista científicos y, de hecho, es simplista y anticuado. Sin embargo es una teoría muy viva en la gran maquinaria del marketing que empieza con las consignas matutinas de los agentes comerciales de las compañías farmacéuticas.
Hay médicos maravillosos y de impecable ética que se encuentran hondamente preocupados ante el hecho de que su profesión, en general, esté hoy tan íntimamente relacionada con la industria farmacéutica. Porque saben que muchos de sus colegas están siendo corrompidos por ella.



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